Cuadro tipico colombiano

Por: Roberto Rodríguez Rodríguez  

En su amplio análisis sobre las naciones y el nacionalismo, E. J. Hobsbawm argumenta que estos fenómenos son de naturaleza fundamentalmente moderna. Contrariamente a la suposición generalizada de que la identificación nacional es una entidad primaria, natural y eterna que precede a la historia, Hobsbawm enfatiza su carácter históricamente reciente. Para ilustrar esta modernidad, señala que incluso el vocabulario asociado, como se evidencia en las ediciones del Diccionario de la Real Academia Española, no adopta el sentido moderno de estado, nación y lengua hasta la edición de 1884. Antes de esa fecha, "nación" simplemente se refería a "la colección de los habitantes en alguna provincia, país o reino" o a un estado. El significado etimológico original de la palabra "nación" se relacionaba con el origen o la descendencia ("naissance, extraction, rang"). La idea de que la mayoría de los estados no eran homogéneos en términos étnicos, lingüísticos o de otro tipo dificultaba equipararlos sencillamente con las naciones, un punto reconocido ya en el siglo XVIII. Por tanto, en su sentido moderno y político, el concepto de nación es muy joven históricamente.

La dificultad para definir exactamente qué es una nación es notoria. Hobsbawm cita la observación de Walter Bagehot: «Sabemos lo que es cuando no nos lo preguntáis, pero no podemos explicarlo ni definirlo muy rápidamente». Las definiciones basadas en criterios objetivos, como lengua, territorio, vida económica y composición psicológica (incluida la famosa definición de Stalin), han fracasado. Esto se debe, en parte, a la obvia razón de que no todos los miembros de una supuesta nación comparten estos criterios. Definir una nación por la conciencia de pertenecer a ella es, además, tautológico y poco explicativo.

Ante esta complejidad, Hobsbawm propone una postura inicial de trabajo: considerar como nación a cualquier conjunto de personas suficientemente numeroso cuyos miembros consideren que pertenecen a una «nación». No obstante, subraya que esta autopercepción no se determina simplemente consultando autores o portavoces del nacionalismo. Para comprender la naturaleza de la nación, sugiere seguir a quienes comenzaron a trabajar sistemáticamente con este concepto en el discurso político y social durante la era de las revoluciones.

Un punto crucial en su análisis es la naturaleza dual de los fenómenos relacionados con la nación. Son esencialmente construidos desde arriba, a menudo por estados, élites o movimientos políticos, pero no pueden entenderse completamente a menos que se analicen también desde abajo, considerando los supuestos, esperanzas, necesidades y intereses de la gente común.

La lengua juega un papel central pero complejo. Hobsbawm argumenta, coincidiendo con otros estudiosos, que las lenguas nacionales estándar son, en gran medida, conceptos semiartificiales, a menudo virtualmente inventadas. Son lo contrario de lo que la mitología nacionalista supone: los cimientos primordiales de la cultura nacional. Suelen ser intentos de inventar un idioma estandarizado. La estandarización y difusión de una lengua nacional requiere el poder del estado. La insistencia en una lengua nacional a menudo tenía que ver con el prestigio y la función oficial, la educación pública y el uso administrativo ("la oficina y la escuela"). Aunque existía identificación cultural popular con lenguas o dialectos, la imposición de una lengua estándar y su asociación con la identidad nacional moderna fue un proceso político e ideológico.

La relación entre la nación y el estado es fundamental en el concepto moderno. Hobsbawm recalca, siguiendo a Gellner, que la "nación" es una entidad social solo en la medida en que se refiere a cierta clase de estado territorial moderno, el «estado-nación». El pensamiento liberal del siglo XIX, aunque a menudo vago en su teoría sobre la nación, se vio forzado a operar con el concepto de una economía nacional, incluso si la teoría económica clásica pura no le hacía lugar. La idea de que una nación debía tener un tamaño suficiente para formar una unidad de desarrollo viable fue articulada claramente por economistas como Friedrich List. Esto generó debates sobre cuáles comunidades tenían un futuro como naciones y cuáles no.

El nacionalismo, como movimiento con apoyo de masas, se transformó significativamente en las postrimerías del siglo XIX (la "fase C" de Hroch). La perspectiva gubernamental y el papel del estado en la construcción nacional se hicieron cada vez más importantes, utilizando herramientas como la educación pública, ceremonias cívicas y militares, e incluso los censos para inculcar el sentimiento nacional.

Mirando hacia finales del siglo XX, Hobsbawm reflexiona que los términos "nación" y "nacionalismo" ya no son apropiados para describir o analizar las entidades políticas y sentimientos asociados. La realidad del mundo actual, con su supranacionalidad creciente y la complejidad de las identidades, no se ajusta fácilmente a los límites de las naciones tradicionales. Aunque el nacionalismo experimentó un apogeo después de la Primera Guerra Mundial y la descolonización, la extensión del término a nuevos contextos plantea cuestiones distintas del análisis original. La relación clásica entre lengua y nacionalismo, por ejemplo, no parece continuar de la misma manera en el siglo XXI.

En su estudio sobre la identidad nacional, Anthony D. Smith ofrece una introducción clara a la naturaleza, causas y consecuencias de este fenómeno colectivo. Smith aborda la identidad nacional no solo desde una perspectiva histórica, sino también como un fenómeno cultural que debe conectarse estrechamente con el nacionalismo, la ideología y el movimiento. Su enfoque se basa en una sociología histórica que busca comprender el fundamento y la formación de estas identidades.

Smith sostiene que la identidad nacional continúa siendo una parte fundamental de nuestra vida social y política, siendo fuente tanto de comunión como de conflicto a finales del segundo milenio. A pesar de las transformaciones que experimentan ciertas naciones, las identidades nacionales, que son a la vez étnicas y cívicas, permanecen firmemente arraigadas en la conciencia y los sentimientos de las personas. Sin embargo, definir exactamente qué es una nación es una tarea compleja.

Contrario a las visiones que consideran la etnicidad como algo "primordial" o puramente "situacional" e instrumental, Smith adopta una perspectiva que destaca los atributos históricos y simbólico-culturales de la identidad étnica. Define un grupo étnico (ethnie) como una colectividad cultural que enfatiza el papel de los mitos de linaje y de los recuerdos históricos, y que es reconocida por rasgos culturales

diferenciadores como la religión, las costumbres, la lengua o las instituciones. Es crucial entender que no se trata de hechos verificables sobre los antepasados, sino de mitos de ascendencia colectiva y recuerdos compartidos, que a menudo adoptan la forma de mito. Los grupos étnicos son, por tanto, productos de fuerzas históricas específicas y están sujetos al cambio e incluso a la disolución. La supervivencia étnica no se basa en el aislamiento, sino a menudo en préstamos selectivos y contactos culturales controlados, y un mecanismo efectivo para la autorrenovación es el mito de pueblo elegido, que promete salvación condicionada a la santificación colectiva y el retorno a estilos antiguos.

Smith establece una distinción entre ethnie y nación y sus referentes históricos. Si bien la nación es, por definición, una comunidad con recuerdos y mitos colectivos al igual que la ethnie, la nación es una comunidad territorial. Mientras que el vínculo de la ethnie con el territorio puede ser solo histórico y simbólico, en la nación es físico y real: las naciones poseen territorios. Por lo tanto, las naciones siempre requieren "elementos" étnicos, aunque estos puedan ser reelaborados; no se concibe una nación sin mitos y recuerdos colectivos de un hogar territorial.

El nacionalismo, entendido como un movimiento ideológico para lograr y mantener la autonomía, unidad e identidad de un grupo que se considera una nación, es, según Smith, un fenómeno más reciente que los grupos étnicos. Argumenta que es difícil hablar de nacionalismo antes de finales de la Edad Media o principios de la era moderna, y las ideas y doctrinas asociadas a él se expresan más claramente en los siglos XVII y XVIII. No obstante, la revisión de la documentación sugiere una continuidad mayor entre las ethnies premodernas y las naciones/nacionalismo moderno de lo que a menudo admiten los modernistas.

El surgimiento del nacionalismo como lenguaje y simbolismo, y como conciencia y aspiración, tuvo un prolongado período de gestación. En el siglo XVII ya se aprecia un creciente interés por el concepto de "carácter nacional" y "genio nacional". Este lenguaje se extendió en la segunda mitad del siglo XVIII por Europa y América, impulsado por diversas fuentes conceptuales y por la práctica del despotismo ilustrado que identificaba a los Estados con sus poblaciones. La nueva preocupación por la historia y el desarrollo social, influenciada por la comparación con las civilizaciones clásicas, fue importante para el desarrollo del nacionalismo. Rousseau jugó un papel clave al convertir la idea del carácter nacional en un elemento fundamental para la vida política y traducirla en un programa práctico de conservación y restauración nacional, enfatizando la importancia de cultivar usos y costumbres. Movimientos como el "medievalismo literario" contribuyeron a fomentar una visión historicista, proporcionando el lenguaje y simbolismo para las aspiraciones nacionales.

Smith destaca el papel fundamental de los intelectuales en las etapas iniciales del nacionalismo cultural y político. Los distingue de la intelligentsia (transmisores) y del público culto (consumidores). Argumenta que la influencia seminal de los intelectuales se relaciona con una crisis de identidad causada por el "Estado científico" y las "revoluciones" occidentales que cuestionan la religión y la sociedad tradicionales. El historicismo ofreció una solución a esta crisis de "doble legitimación", proporcionando una imagen global que integra pasado, presente y futuro. La solución nacionalista resultó atractiva para muchos intelectuales y otros individuos que buscaban sus raíces.

Smith diferencia entre el nacionalismo cívico-territorial y el nacionalismo étnico-genealógico. Las primeras naciones "occidentales" surgieron en parte de procesos de incorporación burocrática, pero no fueron simplemente "creadas" por el Estado. El nacionalismo territorial, a menudo visto en Estados post-coloniales, se apoya en las estructuras estatales existentes, y para cimentar una identidad nacional territorial se recurre a la educación cívica, que inculca costumbres, historia, lengua y simbolismo político para legitimar la nueva nación y movilizar a la población. Por otro lado, el nacionalismo étnico surge de la movilización de ethnies "verticales", impulsando procesos de movilización vernácula y politización cultural que buscan crear un nuevo tipo de individuo y sociedad culturalmente peculiar. Esto implica un retorno a una imagen idealizada del pasado, utilizando la etnohistoria, el paisaje y la historia para redescubrir la individualidad y la raison d'être de la comunidad convertida en nación.

A pesar de las fuerzas transnacionales y las interdependencias globales actuales, la identidad nacional sigue siendo omnipresente, polifacética e ineludible. Smith argumenta que una de sus funciones más importantes es ofrecer una respuesta satisfactoria al problema del olvido personal. La identificación con una "nación" en una época secular es una forma segura de superar la irrevocabilidad de la muerte, ofreciendo un cierto grado de inmortalidad personal al conectar al individuo con un pasado remoto (aunque reconstruido o inventado) y un futuro prometedor a través de las "generaciones de 'nuestros' hijos". La identidad nacional proporciona una sólida "comunidad de historia y destino" para rescatar a las personas del olvido y restaurar la fe colectiva.

La relación entre el Estado y la nación es fundamental en el mundo moderno. Han llegado a confundirse en una simbiosis que ha demostrado ser irreversible, afianzando tanto el Estado como la nación, a menudo bajo el término, a veces inapropiado, de "Estado-nación". El dominio de la identidad nacional y los ideales del nacionalismo se han arraigado firmemente.

Smith presenta la identidad nacional como un constructo cultural e histórico con profundas raíces étnicas, forjado a lo largo de procesos intelectuales y políticos en la modernidad, y que continúa desempeñando funciones vitales para la cohesión social y la identidad individual en el mundo contemporáneo.

En "Comunidades imaginadas", Benedict Anderson ofrece una interpretación fundamental sobre la naturaleza y el origen del nacionalismo, proponiendo que la nación es un artefacto cultural de una clase particular. Su trabajo busca entender cómo han llegado a ser estos artefactos en la historia, cómo han cambiado sus significados a través del tiempo y por qué tienen una legitimidad emocional tan profunda en la actualidad. Anderson se distingue por considerar las comunidades nacionales como el producto de un proceso de construcción política, social y cultural.

Anderson define la nación como una comunidad imaginada, que se distingue por ser inherentemente limitada (incluso la mayor nación tiene fronteras, más allá de las cuales hay otras naciones) y soberana (nacida en una era donde la Ilustración y la Revolución estaban destruyendo la legitimidad de los reinos dinásticos jerárquicos, la nación sueña con ser libre. Es una comunidad porque, a pesar de la desigualdad y explotación reales, la nación se concibe siempre como una camaradería profunda y horizontal. Es precisamente esta fraternidad la que, a lo largo de los dos últimos siglos, ha llevado a tantos millones de personas a matar y, sobre todo, a morir voluntariamente por estas creaciones imaginarias.

El concepto clave de imaginación utilizado por Anderson se deslinda de acepciones peyorativas que la oponían a la realidad. Él estudia las bases materiales de la imaginación para comprender cómo se conforma una comunidad nacional.

Anderson argumenta que la creación de estos artefactos culturales a fines del siglo XVIII fue la destilación espontánea de un cruce complejo de fuerzas históricas discretas. Identifica varias transformaciones fundamentales que hicieron posible la imaginación de este nuevo tipo de comunidad:

1. La declinación de las comunidades religiosas y las lenguas sagradas: En el mundo pre-moderno, las grandes comunidades globales se imaginaban a través de lenguas sagradas silenciosas como el latín, el chino o el árabe. Estas lenguas se consideraban emanaciones de la realidad, con un carácter no arbitrario del signo. La verdad era accesible solo a través de un sistema singular y privilegiado de representación. Sin embargo, la lectura de estos textos sagrados estaba limitada a pequeños enclaves alfabetizados. La realidad de estas comunidades dependía de innumerables e incesantes peregrinaciones. Con el tiempo, hubo una degradación progresiva de las lenguas sagradas, y el capitalismo impreso contribuyó a la ascensión de las lenguas vernáculas. Esto llevó a una fragmentación, pluralización y territorialización de las antiguas comunidades sagradas.

2.  El surgimiento de nuevas aprehensiones del tiempo: La conciencia medieval se regía por una idea de simultaneidad figural, donde eventos históricos o bíblicos (como el sacrificio de Isaac prefigurando el sacrificio de Cristo) estaban ligados verticalmente a la Providencia Divina y eran simultáneamente "omnitemporales", ya consumados a los ojos de Dios. Esta idea es ajena al pensamiento moderno. Lo que la reemplazó es la concepción del "tiempo homogéneo, vacío", donde la simultaneidad es transversa, medida por el reloj y el calendario. Esta nueva concepción del tiempo es fundamental para la génesis del nacionalismo.

3.  El papel del capitalismo impreso: El desarrollo de la imprenta como mercancía fue clave. El libro se convirtió en el primer producto industrial producido en masa. El capitalismo impreso, combinado con la fatal diversidad del lenguaje humano, hizo posible una nueva forma de comunidad imaginada. La imprenta permitió una difusión masiva y la posibilidad de establecer relaciones y figurarse una comunidad abarcadora dentro de los límites de un estado-nación, incluso a la distancia. El conocimiento impreso sobrevivía por su capacidad de reproducción y diseminación.

Anderson identifica dos formas de imaginación que florecieron en el siglo XVIII y proveyeron los medios técnicos para la representación de la nación:

La Novela: Es un instrumento para la presentación de la simultaneidad en "tiempo homogéneo, vacío". A través de tramas con eventos concurrentes ("mientras tanto"), la novela crea una imagen de una comunidad sociológica que se mueve a través del tiempo de calendario. Ejemplos como Noli Me Tangere de José Rizal ilustran cómo la novela evoca una comunidad imaginada de lectores que comparten un tiempo y un espacio, aunque no se conozcan. El uso de un lenguaje familiar y referencias locales refuerza esta conexión.

El Periódico: Considerado una forma extrema del libro, el periódico es vendido en escala colosal pero es efímero. Su consumo diario y casi simultáneo por miles o millones de personas, que son conscientes de que otros están realizando la misma "ceremonia masiva" en privado, crea una confianza en la existencia de una comunidad imaginada, secular, de tiempo histórico. La experiencia compartida de leer sobre eventos en el mismo día, aunque sea de forma anónima, refuerza esta imagen.

Anderson también analiza cómo estas ideas se manifestaron históricamente, por ejemplo, en el caso de los pioneros criollos en América. Explica cómo las unidades administrativas coloniales pudieron concebirse como patrias, en parte a través del "viaje" oficial de los funcionarios dentro de la burocracia, creando una conciencia de conexión basada en compartir una lengua de Estado. La inmensa extensión y aislamiento del imperio dificultaron la imaginación de una simultaneidad imperial, lo que llevó a la concepción de resistencias en formas nacionales, plurales.

El papel de los intelectuales en la estandarización y promoción de las lenguas vernáculas fue crucial, especialmente en el siglo XIX europeo, con la aparición de lexicógrafos, gramáticos y filólogos. Esto contrastó con la situación en América, donde compartir el idioma con la metrópoli limitó este camino para dar profundidad histórica a la nacionalidad.

En su análisis posterior, Anderson aborda cómo el Estado colonial contribuyó a la formación de la gramática del nacionalismo a través de prácticas como el censo, el mapa y el museo. El censo impuso categorías de identidad, a menudo raciales. El mapa "logoizó" el espacio político. El museo y la restauración de monumentos contribuyeron a una "genealogización" profana y a la creación de narrativas históricas. El Estado colonial aspiraba a crear un paisaje humano de perfecta visibilidad y serialización, como en la metáfora de la "Casa de Cristal".

Anderson también explora cómo las naciones nuevas se imaginaron ser antiguas. Esto no fue necesariamente "maquiavélico", sino una consecuencia de la ruptura de conciencia a fines del siglo XVIII. La conciencia de formar parte de un tiempo secular, serial, y la necesidad de "olvidar" ciertas rupturas traumáticas (como las masacres religiosas en Francia, presentadas por Renan como una "tranquilidad del fratricidio" entre conciudadanos franceses) dan lugar a la necesidad de una narración de "identidad". Estas narraciones, como las novelas y los periódicos, aparecen en un tiempo vacío y homogéneo, con un marco histórico y un medio sociológico. A diferencia de las biografías individuales que tienen un principio y un fin, las naciones no tienen nacimientos claros ni muertes naturales.

Finalmente, Anderson considera el profundo apego emocional que despierta la nación. Argumenta que la lengua materna, "encontrada en el regazo de la madre y abandonada solo en la tumba", juega un papel fundamental para el patriota. A través de ella, se respetan los pasados, se imaginan las camaraderías y se sueñan los futuros. Este apego a menudo se manifiesta en la disposición a morir por estas comunidades imaginadas.

Anderson reconoce las limitaciones de su propio análisis, señalando que algunos apéndices se basan en datos específicos de regiones como el sudeste asiático o Europa occidental/Nuevo Mundo, y que su conocimiento de algunas de estas áreas es superficial. Su obra, influenciada por pensadores como Erich Auerbach, Walter Benjamin y Victor Turner, se sitúa en un campo de estudio que se ha transformado significativamente, con otros textos clave apareciendo en la década de 1980. A pesar de las complejidades y debates en el estudio del nacionalismo, Anderson ofrece una perspectiva innovadora al considerarlo como un artefacto cultural cuya génesis está intrínsecamente ligada a cambios en las aprehensiones del tiempo, el espacio y la comunidad, catalizados por el capitalismo impreso.

Claro, aquí tiene un resumen conciso de las conclusiones más importantes sobre nación y nacionalismo de los textos, con frases cortas y directas, organizado por autor:

 

Resumen de ideas:

E. J. Hobsbawm

1) La nación y el nacionalismo son fenómenos modernos y recientes.

2) El sentido moderno de "nación" (ligado a estado y lengua) es muy joven históricamente.

3) Es muy difícil definir exactamente qué es una nación con criterios objetivos.

4) Las definiciones basadas en criterios objetivos (lengua, territorio, etc.) fracasan.

5) Definir nación por la conciencia de pertenecer a ella es tautológico.

6) Propone considerar nación a un conjunto de personas que creen pertenecer a una nación.

7) Los fenómenos nacionales son construidos desde arriba (por élites o estados).

8) También deben entenderse desde abajo (considerando a la gente común).

9) Las lenguas nacionales estándar son conceptos semiartificiales, a menudo inventados. Su estandarización y difusión requieren el poder del estado. La asociación de lengua estándar con identidad nacional fue un proceso político e ideológico.

10) La "nación" es una entidad social ligada al estado territorial moderno, el «estado-nación».

11) El pensamiento liberal del XIX operó con el concepto de economía nacional y tamaño viable para una nación.

12) El nacionalismo de masas se transformó a fines del XIX, con mayor rol del estado en la construcción nacional.

13) Hobsbawm reflexiona que "nación" y "nacionalismo" podrían no ser apropiados para realidades políticas actuales.

14) La creciente supranacionalidad y complejidad de identidades lo dificultan.

 

Anthony D. Smith

1) La identidad nacional es fundamental en nuestra vida social y política.

2) Es fuente tanto de comunión como de conflicto.

3) Las identidades nacionales (étnicas y cívicas) permanecen firmemente arraigadas.

 4) Definir qué es una nación es una tarea compleja. Destaca los atributos históricos y simbólico-culturales de la identidad étnica. Define un grupo étnico (ethnie) por mitos de linaje y recuerdos históricos compartidos. Estos son mitos y recuerdos, no necesariamente hechos verificables.

Los grupos étnicos son productos históricos y están sujetos al cambio.

5) La nación es una comunidad territorial.

6) Las naciones poseen territorios físicos y reales, no solo simbólicos.

7) Las naciones siempre requieren elementos étnicos (mitos, recuerdos).

8) El nacionalismo (ideología, movimiento) es más reciente que los grupos étnicos.

9) Las ideas nacionalistas se expresan claramente en los siglos XVII y XVIII.

10) Sugiere una mayor continuidad entre ethnies premodernas y nacionalismo moderno.

11) El surgimiento del nacionalismo tuvo un largo período de gestación (desde el XVII).

12) El despotismo ilustrado impulsó el interés en el "carácter nacional". Rousseau hizo del carácter nacional fundamental para la vida política.

13) Los intelectuales tuvieron un papel clave en las etapas iniciales del nacionalismo. Su influencia se relaciona con una crisis de identidad ante el Estado moderno.

14) El historicismo ofreció una solución a esta crisis. Diferencia nacionalismo cívico-territorial y nacionalismo étnico-genealógico. El nacionalismo territorial se apoya en estructuras estatales y educación cívica. El nacionalismo étnico surge de la movilización de ethnies y busca una sociedad culturalmente peculiar. Implica un retorno a un pasado idealizado usando etnohistoria e historia.

15) La identidad nacional sigue siendo omnipresente e ineludible. Ofrece una respuesta al problema del olvido personal. Proporciona un grado de inmortalidad personal al conectar generaciones. Proporciona una "comunidad de historia y destino".

16) Estado y nación se han confundido en una simbiosis irreversible ("Estado-nación"). El dominio de la identidad nacional está firmemente arraigado.

 

Benedict Anderson

1) La nación es un artefacto cultural de una clase particular. Busca entender cómo surgieron y obtuvieron legitimidad emocional.

2) Define la nación como una comunidad imaginada.

3) Es inherentemente limitada (tiene fronteras).

4) Es soberana (sueña con ser libre).

5) Es una comunidad (concebida como camaradería horizontal).

6) Esta fraternidad explica por qué muchos mueren por ella.

7) Su concepto de imaginación no es peyorativo; estudia sus bases materiales.

8) Estos artefactos surgieron a fines del XVIII por un cruce de fuerzas históricas.

9) Identifica tres transformaciones clave que la hicieron posible.

a)  Declinación de comunidades religiosas y lenguas sagradas.

b) El capitalismo impreso contribuyó a la ascensión de lenguas vernáculas. Esto llevó a la fragmentación y territorialización de comunidades.

Surgimiento de nuevas aprehensiones del tiempo. El tiempo medieval era simultaneidad ligada a la Divina Providencia. Fue reemplazado por el "tiempo homogéneo, vacío" (simultaneidad transversa). Esta nueva concepción del tiempo es fundamental para el nacionalismo.

c) El papel del capitalismo impreso. La imprenta hizo del libro el primer producto industrial masivo. Permitió una nueva forma de comunidad imaginada. Permitió la difusión masiva y figurarse una comunidad dentro del estado-nación. Dos formas de imaginación del XVIII proveyeron medios técnicos para la nación.

La Novela presenta la simultaneidad en "tiempo homogéneo, vacío".

Crea una imagen de una comunidad sociológica que se mueve en el tiempo. Evoca una comunidad imaginada de lectores que comparten tiempo y espacio.

El Periódico es una forma extrema del libro, efímero pero masivo. Su consumo simultáneo crea confianza en una comunidad imaginada, secular, de tiempo histórico. El Estado colonial contribuyó a la "gramática" del nacionalismo. Prácticas como el censo, el mapa y el museo fueron clave. 

10) Las naciones nuevas se imaginaron ser antiguas por una ruptura de conciencia. Esto llevó a la necesidad de una narrativa de "identidad" en tiempo vacío. El apego emocional profundo a la nación se vincula a la lengua materna.

11) A través de la lengua, se respetan pasados, imaginan camaraderías y sueñan futuros.

 

Fuentes: 

Anderson, Benedict. (1983). Comunidades imaginadas

D. Smith, Anthony. (1997). La Identidad Nacional.

HobsBawm, Eric. (1990). Naciones y Nacionalismo desde 1870.

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